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La ética en el funcionario blinda al estado de la corrupción

Orientación Política-ciudadana

Un gobierno cuyos funcionarios mantienen un accionar ausente de ética, representa un peligro para la existencia del estado,  puesto que facilita, permite, viabiliza y canaliza la plaga de la corrupción. Esta a su vez con sus vertientes y tentáculos destruye las estructuras morales, económicas, sociales y hasta culturales de la nación a la cual como pulpo asesino se aferra.  

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Si el gobierno es corrupto, entonces ciertamente sus funcionarios no conocen, no aplican o excluyen, la virtud, reflexión moral cualidad esencial y básica del servidor público: La ética Pública.

En tanto no exista un esquema que garantice que los aspirantes a cargos públicos de elección,  posean verdadera integridad y respondan al interés general, la responsabilidad de garantizar la marcha del Estado descansa en los funcionarios al ser éstos los encargados directos de la operación de las instituciones. Sin la vigilancia que ellos realizan el riesgo de corrupción y de una incompetencia generalizada sería evidente.

El buen funcionario

El buen funcionario se guía, por un lado, por principios acordes a la naturaleza del Estado a que pertenece plasmados en un marco jurídico (Constitución, Estatuto), y por otro, por un marco normativo establecido en los Código Éticos. El buen funcionario público existe para garantizar los fines del Estado y no los intereses individuales o de grupos partidistas. Se convierte así en un dique, no sólo al político cuando pretende desviar los cauces formales, sino a todo aquel que fomente conductas basadas en antivalores.

El papel del funcionario es vital para la marcha del Estado. Es el garante en la operación de las instituciones públicas. Sin él, las funciones estatales no se llevarían a cabo, las demandas ciudadanas no se cumplirían, y en situaciones clave se podría llegar incluso a un colapso social. En la medida en que se retira o reduce su participación en el Estado, éste se debilita.

Un servidor público con formación adecuada y espíritu ético es difícil de corromper. “Los funcionarios públicos forman una clase social numerosa; pero además, tienen en sus manos los caudales de la nación, administran los servicios que a todos nos interesan, ocupan un lugar destacado, y son o han sido durante mucho tiempo, el modelo de las demás profesiones. Por todos estos motivos, el prestigio, la moral, la ética de esta clase es extraordinariamente importante.

Cuando un político realiza actos indebidos, y en el supuesto de que lo hiciera por desconocimiento necesita entonces de personas que le auxilien a comprender lo indebido de su actuar. Requiere ayuda para quitarse ese velo de ignorancia y para ello está el funcionario profesional. 

Un funcionario con ética

El funcionario con ética es el mejor salvaguarda de los fines del Estado. Su lealtad y servicio son para la comunidad política y es a ésta a quien debe rendir cuentas ya que de ahí proceden los recursos para su remuneración. Lograr que la ética se institucionalice dentro de la filosofía y cultura institucional permitirá reorientar las actitudes nocivas.

En suma, en palabras de Michel Crozier, “El interés general está encarnado por servidores especiales, esos altos funcionarios cuidadosamente seleccionados, educados para ser guardianes. Los políticos son, por supuesto, quienes deciden en última instancia, pero orientados y guiados por los funcionarios, que poseen el monopolio de la preparación de sus decisiones y que tienen tendencia a imponer su concepción del interés general.”

Expectativas

La ética debe ser asumida como virtud, reflexión moral y cualidad esencial de todo ciudadano aspirante a ser un servidor público. Debe convertirse en parte intrínseca de su panorama, ambiente y horizonte político,  sumado al conglomerado de sus valores morales.

Fuente Dilemata

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